Era el último partido de la temporada en Indiana. El Gainbridge Fieldhouse respondió como se esperaba. Gradas a rebosar, multitud de leyendas de los Pacers presentes y ambiente eléctrico desde bastante antes del salto inicial.
Doloroso para los locales fue ver que el choque arrancó con ocho tiros fallados de manera consecutiva por parte de su equipo y un 2–10 para los Thunder que anticipaba una mala noche para los de amarillo. Oklahoma City había perdido sus cuatro primeras posesiones, pero aún así dominaban el marcador y daban sensación de ir a por el título esa misma noche. ¿Misión imposible para unos Pacers con Haliburton entre algodones?
Pues no, porque desde entonces apenas hubo partido. Mejor dicho, un equipo barrió al otro y lo de las posesiones perdidas de OKC fue una constante hasta el pitido final.
Parciales de 22–7 en el primer cuarto o de 30–9 en el segundo. T.J. McConnell, otra vez, rompiendo el ritmo del encuentro. Robos por doquier del lado Pacer que se tradujeron en 12 balones perdidos de los Thunder en los 24 minutos iniciales. Holmgren desaparecido. Apenas tres canastas en los últimos nueve minutos antes del descanso de los visitantes…
Los Thunder estaban siendo vapuleados sin que nadie hiciese frente. 64–42 era el marcador en el intermedio.
De todas las estadísticas que comentar hasta ese momento, incluyendo seis jugadores de los Pacers con entre 8 y 13 puntos, la que más me llamó la atención fue que después de 105 partidos jugados esta temporada, solo era la segunda vez en la que OKC finalizaba una mitad sin robar un balón. Había bastante más esfuerzo, atención y foco de un equipo que de otro.
Shai, quien perdió 8 de los 21 balones de su equipo, cifra récord en su carrera y que iguala el máximo individual que se ha visto en Finales durante 40 años: