Existe un equipo que fue campeón de la NBA hace poco más de tres años. En el momento de levantar el título su mejor hombre contaba con 26 años y estaba acompañado de varios jugadores de primer nivel dirigidos todos ellos por un entrenador que, si bien tenía sus cositas, también gozaba de prestigio en la liga. El futuro parecía brillante, tanto como para prever disputar al menos un par de Finales más.
Me refiero a Milwaukee Bucks.
Tras elegir en el draft de 2013 a Giannis Antetokoumpo en un puesto fuera de la lotería, el equipo fue creciendo de su mano y de los fichajes que hicieron dos directivas diferentes.
44 victorias y primera ronda en 2018 (3-4 vs Celtics).
60 victorias y finales del Este en 2019 (2-4 vs Raptors).
56 victorias y semifinales del Este en 2020 (2-4 vs Heat)
46 victorias (en 72 partidos) y campeón en 2021 (4-2 vs Suns).
A partir de ahí se fueron torciendo las cosas:
51 victorias y semifinales del Este en 2022 (3-4 vs Celtics)
58 victorias y primera ronda en 2023 (1-4 vs Heat)
49 victorias y primera ronda en 2024 (2-4 vs Pacers)
La cuesta abajo es evidente. Desde que fueron campeones han ganado UNA ronda de playoffs en tres años. No sé. Un anillo ganado de forma tan brillante con esa exhibición histórica en el último partido del curso no quedará manchado nunca, pero si después de aquello solo has sido capaz de ganar una eliminatoria a Chicago Bulls no se puede pensar otra cosa salvo que se han tomado malas decisiones.
Muy malas.
Del descalzaperros del año pasado ya hablé de forma extensa a lo largo de la temporada. Budenholzer despedido en verano. El experimento Adrian Griffin finalizado cuando iban 30-13. El cuestionable fichaje de Doc Rivers, a.k.a. 3-1 y ponte a temblar, que salió regulinchi (17-19).
Pero seguramente lo más decisivo del anterior curso no fue el baile de entrenadores, sino los movimientos de plantilla. John Horst, directivo de los Bucks, decidió que era mejor enviar a Jrue Holiday a Portland a cambio de Damian Lillard, ambos nacidos en 1990 con apenas un mes de diferencia.
Del mero intercambio de cromos, del cual se podían sacar pros y contras por entonces y ahora, no quiero hablar, sino de cómo se produjo. Porque no fue a pelo. No fue un Holiday por Lillard. Fue un Holiday, una primera ronda de 2029, dos intercambios de primera ronda en 2028 y 2030 más Grayson Allen por un Lillard que llegó fuera de forma y en medio de una crisis existencial (divorcio en marcha).
Pero la cosa no acabó ahí. Al «un Holiday, una primera ronda de 2029, dos intercambios de primera ronda en 2028 y 2030 más Grayson Allen por un Lillard divorciado» se unió cuatro días después una post data: Holiday fue enviado a los Celtics, el que se suponía era el máximo rival de Milwaukee en el Este. Ese añadido al traspaso original no pudo pillar de sorpresa a los Bucks; ellos sabían que Holiday había mostrado su interés en terminar sus días como profesional en Milwaukee y que de ninguna manera Portland mantendría en nómina a un jugador que no serviría en nada a sus intereses basados en perder y reconstruir con jóvenes.
Holiday iba a terminar en un candidato al título sí o sí, por lo cual los Bucks, en el mejor de los casos, estaban cambiando a un All-Star y All-NBA defensivo en las últimas seis de las siete temporadas, por un All-Star y All-NBA perenne con mayor techo en ataque y evidentes deficiencias en defensa… además de poner en bandeja de plata a ese All-Star y All-NBA defensivo para que un rival directo lo incorporase a filas.
A la hora de enfrentarte al equipo que recibiese a Holiday en matemáticas podría expresarse más o menos así (aunque seguramente algún matemático o estudiante de primero de la ESO podrá reflejarlo mejor):